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El maestro eres tú


Un maestro zen pasea por Nueva York. Hambriento, se acerca a un carrito de hot dogs, y le dice al vendedor: “deme uno con todo”. El hombre prepara el platillo y se lo entrega al maestro, quien paga con un billete de $20. El vendedor guarda el dinero en una caja de latón, y se concentra en el próximo cliente. “Disculpe, pero ¿dónde está mi cambio?”, pregunta el maestro zen. “El cambio viene del interior”, responde el hombre.


Ya lo habrás escuchado hasta la saciedad. Toda transformación comienza con uno, y debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo. Pero ¿qué hace falta para logarlo?

Para muchos se requiere un maestro, un gurú, un guía espiritual. O si le tienes alergia al término, un terapista, consejero o coach. Digamos que alguien con el conocimiento y la experiencia para iluminar el camino. Bien sea por haber sido tocado por la divinidad, o porque sus experiencias personales lo han llevado a otro nivel, esta persona se supone que tiene el poder de expandir nuestra vida y conciencia.

Hace un par de días vi el documental Kumaré, de Vikram Ghandi, quien comenzó filmando una película sobre el auge del yoga y la fascinación occidental por los gurúes. Pero llegó el momento cuando el escepticismo ante el mercadeo espiritual y charlatanería lo llevó a preguntarse: ¿qué tal si yo también me convierto en un gurú?

Así nació Kumaré, un falso gurú (interpretado por el propio Vikram) quien se establece en Phoenix, Arizona, para enseñar una filosofía de vida llamada El espejo, y que se resume en “ves en mí lo que ya está en ti”. Durante varios meses, Kumaré ofrece a sus seguidores clases de yoga, meditaciones guiadas y retiros espirituales basados en esta filosofía inventada.

Kumaré resulta ser un gurú simpático que habla con acento indio (una imitación de la abuela de Vikram), y asegura venir de un pequeño país en los Himalayas. Sus seguidores se comen el cuento, y confiesan ante las cámaras el gozo de estar ante un verdadero guía espiritual. Incluso una psíquica asegura ver el linaje de Kumaré que desciende y energiza al gurú.

Pero todo es falso. ¿O no?

A medida que pasan los días se hace evidente que las enseñanzas de Kumaré tienen una influencia positiva en sus seguidores. Incluso en el propio director (en su rol de Kumaré). Es como un efecto placebo que surte efectos reales. Y si bien Vikram mantiene su escepticismo ante la figura del gurú a lo largo de la película, sí comprueba que las ilusiones se hacen realidad cuando creemos en ellas: en la medida que los seguidores (y el propio Vikram) creen en Kumaré, la transformación se pone en movimiento.

Al final, Kumaré revela su verdadera identidad. Los seguidores quedan así ante Vikram quien les repite las enseñanzas del falso gurú: nadie necesita a Kumaré para mejorar su vida, y lo que cada quien vio en el maestro es algo que ya existía en su interior.

La respuesta de los crédulos ante el impostor es uno de los momentos cumbres de la película. Están los que se sienten estafados, burlados o extasiados por haber recibido la máxima enseñanza: el mundo es una ilusión, el poder de cambiar está en cada uno y vemos lo que queremos ver.

¿Hace falta el maestro? Hay un célebre koan en el budismo que dice: “si ves a Buda en el camino, mátalo”.


Y si no te dan el cambio que esperas, al menos disfruta el perro caliente.


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